sábado, 28 de mayo de 2011

Preso político por "uruguayo y cantor"


Uno de los actos represivos más graves que padeció el mundo de la cultura pampeana tuvo como víctima al guitarrista y compositor uruguayo Oscar Alberto Perna, radicado en General Pico. Fue secuestrado en esa ciudad el 27 de noviembre de 1976 y estuvo desaparecido durante un mes en Santa Rosa a disposición de la Subzona 14. En la Seccional Primera fue torturado y, ya deteriorado física y psíquicamente, fue enviado al hospital.

Norberto Asquini y Juan C. Pumilla


Uruguayo y músico de folclore: esas fueron las causas de la detención, tortura e internación en un pabellón psiquiátrico, de Oscar Perna.
La víctima relató, junto a su esposa Elida Rodríguez Jara, los 31 días en el infierno y la desesperada búsqueda de la mujer en comisarías, hospitales y la misma gobernación para poder verlo. Finalmente, sólo le dijeron que había sido “un error”. “Según ellos fue por una denuncia. Al final me dieron un papelito y nada más”, aseguró Perna.
Uruguayo de nacimiento, guitarrero y autor que tocó con Alfredo Zitarrosa y Los Olimareños, en 1970 se trasladó por primera vez a la provincia y recaló en La Maruja buscando trabajo con su otro oficio, pintor de letras, ante la crisis económica que vivía su país. Pasó luego por Santa Isabel y Rosario, en Santa Fe, aunque finalmente, en 1975, se instaló en General Pico.
Allí comenzó a tocar la guitarra en la peña El Alero donde ganó reconocimiento. Por algunas conexiones, ingresó a trabajar en el ferrocarril a fines del '75. Meses después, llegó el golpe militar. El 27 de noviembre, mientras estaba barriendo en la administración de la empresa ferroviaria, paró un patrullero y dos policías preguntaron al capataz por él. “Me tiene que acompañar”, dijo uno, y una vez en la Seccional, el comisario le informó que estaba detenido “por orden de la Subzona 14, los militares”. “La orden, me enteré luego, llegó por el coronel (Oscar) Cobuta. Nunca me dijeron por qué, pero seguro sospecharon porque era uruguayo, hacía poco tiempo estaba en el país y tocaba folclore”, precisó Perna. Nunca había tenido militancia política y pocos días antes la Policía Federal le había entregado la cédula, lo que indicaba que no tenía antecedentes. Sin embargo, fue detenido igual.
Perna, de 31 años, fue enviado a Santa Rosa con otro piquense que estudiaba en La Plata, esposado en un colectivo de línea. Fue encarcelado e incomunicado en la Seccional Primera. “Me vendaron los ojos y, mareado, me dieron una paliza. Nunca los insulté, pero me dejaron todo el abdomen negro de golpes”, dijo. “Me decían que yo era guerrillero, era todo absurdo. Se escuchaba de fondo una máquina de escribir y me decían que cantara. Les decía ‘yo canto milongas', y me exigían que les cantara las letras”, indicó. “Reconocí a uno que había estado de comisario en La Maruja y ahí lo reconocí. En un momento, entre los golpes en los oídos, me preguntó si conocía a alguien de allá y lo reconocí, era (Roberto) Fiorucci”. “Además me decían que iban a matar a mi mujer y a mi hijo y cosas terribles de ellos. Se escuchaban gritos de una mujer que le estaban pegando en otra celda y me decían que era mi esposa”, afirmó. Esa tortura psicológica fue la peor. Solo en una celda, sin comer, tuvo una crisis nerviosa. Empezó a romper la instalación eléctrica del cubículo y sufrió un ataque. “Enloquecí y se me borró la imagen. Varios días después me desperté esposado a una cama del pabellón psiquiátrico” en el hospital Lucio Molas, relató.
La otra parte de la historia la cuenta su mujer, Elida Rodríguez Jara. Antes de detenerlo lo habían ido a buscar a su casa y como no regresó a la noche, sospechó lo peor. Cuando le dijeron que lo habían llevado a Santa Rosa, sin conocer la provincia, fue a buscarlo. Recibió entonces la solidaridad de varios músicos que conocían a su esposo como Delfor Sombra y Rubén Evangelista. Primero se quedó con su hijo en la casa de Sombra y luego, cuando el cantor partió al exilio, continuó la búsqueda con Evangelista.
Desesperada ante la peor perspectiva, lo rastreó junto a Evangelista en todas las dependencias policiales de la ciudad, la Catedral y el Regimiento de Toay. En el destacamento fue recibida por el jefe militar y por él se enteró que estaban por llegar el obispo Adolfo Arana y el jefe de Policía, Luis Baraldini, “para hablar sobre un extranjero”. Habló en otra oportunidad con el médico policial, Máximo Pérez Oneto, al que buscó en su domicilio y éste sólo atinó a decirle que su esposo “está clínicamente bien”. La mujer recaló finalmente en el hospital donde, a duras penas, le informaron que el detenido había estado internado allí, y nada más. Cuando se iba, una mujer la llamó detrás de un árbol y le dijo que su esposo estaba en el pabellón psiquiátrico. Pudo acceder a verlo “de contrabando” gracias a las enfermeras: “Estaba en un catre, atado y desnudo, todo golpeado y con un gran temor”, recordó.
Comenzó entonces a pedir por su liberación. Ante la falta de noticias, se dirigió a la gobernación. Nadie la recibía y a la fuerza se hizo atender por el subsecretario de Gobierno que mantuvo una charla con ella. “Cuando me fui me di cuenta que me estaba grabando”, dijo.
La mujer aseguró: “cuando accedí a verlo con una licencia, nos dimos cuenta, por cómo nos trataban, que se habían percatado que se habían equivocado. En Navidad, que la pasamos en el hospital, ordenaron poner una mesa para que celebremos. A mi hijo nunca lo llevé a ese lugar para preservarlo”. Elida volvió a ir a la gobernación días después para reclamar por la liberación nuevamente. Cuando se retiraba, fue abordada en el pasillo por Baraldini que le dijo: “Vaya a la Primera que su marido está ahí”.
Luego de 31 días, Perna fue sacado del pabellón, trasladado hasta la Seccional Primera y liberado. Apenas le dieron un papel que decía que había estado demorado y días después, el mismo Baraldini, se disculpó por el “error”.

(Publicado en el libro "El Informe 14")

1 comentario:

  1. Mis mas grandisimos respetos a un maestro de la guitarra y de la vida, del que aprendi siendo un niño, sin conocer su terrible pasado, saludos a elida y a carito. pablo

    ResponderEliminar